¡No quiero comer Mamá!
¡Admítelo!. Te ha pasado y si eres de las personas que nunca les ha pasado. Nunca digas nunca porque yo pertenecía a ese grupo selecto de las mamás del "mi hij@ nunca..." ¡Y mírame!. Escribiendo un post muy revelador.
Mi cuento de hadas (ese, en el que mi beba abría la boca y recibía la comida sin reclamos, en el que no usaba babero a partir del decimo mes porque según yo "no le gusta ensuciarse al comer" y "se sienta sin problema a comer casi toda su comida"), empezó a los cortos casi 6 meses de Josefina. Ella moría por probar un bocado de nuestra comida y la pediatra nos dio luz verde para darle alimentos. Pronto la tuve devorando sus platillos de papillas y compotas. ¡Me saqué la lotería! Decía a diario dentó de mi. Sexto mes, séptimo, octavo.... 13 meses después, y de pronto, sin que me de cuenta, las cosas empezaron a cambiar de a poco (era como que mi miniyo "calculara fríamente" sus siguientes pasos. En serio, en un momento me di cuenta que jamás pude darme cuenta del "¿Cómo pasó?". ¡Me morí!). Cuando cumplió los 14 meses, dejó de abrir la boca ¡Así por así!. Recibía un par de bocados y decía "ashash" (gracias en su idioma) me pedía bajarla y fin de la comida.
A todos los papás nos preocupa el hecho de que no quieran comer y definitivamente, yo estaba re preocupada. INTENTÉ todos los métodos habidos y por haber, incluso el método de la abuelita y darle sólo lo que le gustaba, ¡De todo! Y nada me funcionó. regresé al babero y que ella intente comer sola. Fue algo bueno al principio, pero seguía sin comer lo necesario. No subió el peso que se deseaba y de pronto, por la preocupación, quise ser un poco más exigente. ¡Error! Fue lo peor que hice y aun peor fue dejarme invadir por la impaciencia y la frustración al ver como me escupía la comida.
Hace unos cuantos días atrás, nos topamos ambas, con un momento demasiado intenso (Un momento al que no debimos llegar, pero ese momento uno jamás se lo espera, sólo llega). ¡Espera!. ¿Ahora sí te identificaste, verdad?...
Momento intenso:
La senté a cenar, le puse el súper babero de la tía abuela, el plato de comida en su mesa y su cuchara. Cogió la cuchara, la hizo "chapotear" en la sopa y cuando le di un bocado, lo escupió. Pasó lo mismo unas cuantas veces más, acompañados de un "No" cada vez que escupía. Mi cabeza explotó, internamente me sentía frustrada y quise "obligarla" a comer. La obligue a comer y ella lo seguía escupiendo, pronto empezó a llorar y la frustración me derrumbó. Josefina y yo estábamos llorando (me sentía la peor mamá del mundo y que si contaba mi experiencia a alguien, sería juzgada y apedreada hasta morir en éste mundo lleno de críticas que en ocasiones, las críticas vienen de las personas cercanas). Esa noche, sólo atiné a sacarla de su silla y darle el mejor calmante del mundo: La tetita de mamá. Nos acurrucamos y ella se durmió, me fui a otra habitación y lloré, exploté y me sentí fatal. No quise contarle a nadie para no ser jusgada, de verdad, esa noche mi esposito llegó un poco tarde del trabajo y tampoco quise molestarlo con mi "yo frustrado", sólo callé, regresé al cuarto y me dormí.
Al día siguiente, nos levantamos con nuevas energías. Josefina desayuno regular y yo muy feliz por ello. A la hora del almuerzo, me invadió un miedo atroz (por lo ocurrido la noche anterior). La senté sin decir palabra alguna, le puse el babero, la sopa y el segundo. ¿Qué creen? ¡Se comió todo! Disfrutó su almuerzo al máximo y yo me volví la mujer más feliz del mundo. Se hizo un desastre e hizo un desastre su mesita de comer y el piso. ¡No importa! Mi hija comió todo.
Reflexión:
Sí has pasado por lo mismo. ¡No desesperes!. Los días grises se vuelven soleados, no guardes lo que sientes, déjalo ir (Yo lo hablé con mi hermana, le dije que sólo me escuchara sin decir nada). A veces esas frustraciones afectan de alguna manera a nuestros peques y ellos sienten nuestro estrés e inconcientemente los "espantamos" a la hora de comer. Deja que se ensucie, que disfrute la comida como quiere, ellos no entienden de etiqueta aún, son felices descubriendo su comida. La ropa se lava y todo lo demás se limpia. Los trapos no cuestan tanto, la salud de ellos sí.
Sé que muchas de ustedes, han pasado o están pasando por ésta etapa un tanto complicada. No pierdan la paciencia, no se sientan juzgadas. Disfruten alimentar a sus pequeños y ríanse con ellos de ser necesario. Somos mamás y somos creativas, que la frustración no nos haga darnos por vencidas. No te sientas sola en el mundo y recuerda que todas pasamos por lo mismo.
Mi cuento de hadas (ese, en el que mi beba abría la boca y recibía la comida sin reclamos, en el que no usaba babero a partir del decimo mes porque según yo "no le gusta ensuciarse al comer" y "se sienta sin problema a comer casi toda su comida"), empezó a los cortos casi 6 meses de Josefina. Ella moría por probar un bocado de nuestra comida y la pediatra nos dio luz verde para darle alimentos. Pronto la tuve devorando sus platillos de papillas y compotas. ¡Me saqué la lotería! Decía a diario dentó de mi. Sexto mes, séptimo, octavo.... 13 meses después, y de pronto, sin que me de cuenta, las cosas empezaron a cambiar de a poco (era como que mi miniyo "calculara fríamente" sus siguientes pasos. En serio, en un momento me di cuenta que jamás pude darme cuenta del "¿Cómo pasó?". ¡Me morí!). Cuando cumplió los 14 meses, dejó de abrir la boca ¡Así por así!. Recibía un par de bocados y decía "ashash" (gracias en su idioma) me pedía bajarla y fin de la comida.
A todos los papás nos preocupa el hecho de que no quieran comer y definitivamente, yo estaba re preocupada. INTENTÉ todos los métodos habidos y por haber, incluso el método de la abuelita y darle sólo lo que le gustaba, ¡De todo! Y nada me funcionó. regresé al babero y que ella intente comer sola. Fue algo bueno al principio, pero seguía sin comer lo necesario. No subió el peso que se deseaba y de pronto, por la preocupación, quise ser un poco más exigente. ¡Error! Fue lo peor que hice y aun peor fue dejarme invadir por la impaciencia y la frustración al ver como me escupía la comida.
Hace unos cuantos días atrás, nos topamos ambas, con un momento demasiado intenso (Un momento al que no debimos llegar, pero ese momento uno jamás se lo espera, sólo llega). ¡Espera!. ¿Ahora sí te identificaste, verdad?...
Momento intenso:
La senté a cenar, le puse el súper babero de la tía abuela, el plato de comida en su mesa y su cuchara. Cogió la cuchara, la hizo "chapotear" en la sopa y cuando le di un bocado, lo escupió. Pasó lo mismo unas cuantas veces más, acompañados de un "No" cada vez que escupía. Mi cabeza explotó, internamente me sentía frustrada y quise "obligarla" a comer. La obligue a comer y ella lo seguía escupiendo, pronto empezó a llorar y la frustración me derrumbó. Josefina y yo estábamos llorando (me sentía la peor mamá del mundo y que si contaba mi experiencia a alguien, sería juzgada y apedreada hasta morir en éste mundo lleno de críticas que en ocasiones, las críticas vienen de las personas cercanas). Esa noche, sólo atiné a sacarla de su silla y darle el mejor calmante del mundo: La tetita de mamá. Nos acurrucamos y ella se durmió, me fui a otra habitación y lloré, exploté y me sentí fatal. No quise contarle a nadie para no ser jusgada, de verdad, esa noche mi esposito llegó un poco tarde del trabajo y tampoco quise molestarlo con mi "yo frustrado", sólo callé, regresé al cuarto y me dormí.
Al día siguiente, nos levantamos con nuevas energías. Josefina desayuno regular y yo muy feliz por ello. A la hora del almuerzo, me invadió un miedo atroz (por lo ocurrido la noche anterior). La senté sin decir palabra alguna, le puse el babero, la sopa y el segundo. ¿Qué creen? ¡Se comió todo! Disfrutó su almuerzo al máximo y yo me volví la mujer más feliz del mundo. Se hizo un desastre e hizo un desastre su mesita de comer y el piso. ¡No importa! Mi hija comió todo.
Reflexión:
Sí has pasado por lo mismo. ¡No desesperes!. Los días grises se vuelven soleados, no guardes lo que sientes, déjalo ir (Yo lo hablé con mi hermana, le dije que sólo me escuchara sin decir nada). A veces esas frustraciones afectan de alguna manera a nuestros peques y ellos sienten nuestro estrés e inconcientemente los "espantamos" a la hora de comer. Deja que se ensucie, que disfrute la comida como quiere, ellos no entienden de etiqueta aún, son felices descubriendo su comida. La ropa se lava y todo lo demás se limpia. Los trapos no cuestan tanto, la salud de ellos sí.
Sé que muchas de ustedes, han pasado o están pasando por ésta etapa un tanto complicada. No pierdan la paciencia, no se sientan juzgadas. Disfruten alimentar a sus pequeños y ríanse con ellos de ser necesario. Somos mamás y somos creativas, que la frustración no nos haga darnos por vencidas. No te sientas sola en el mundo y recuerda que todas pasamos por lo mismo.
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